Despertar espiritual anal.

 Despertar espiritual anal.  —Cristina, si no dejas de deprimirte, voy a detener este auto y te patearé contra la banqueta.  Estela me lanzó una mirada que no podía ignorar, y su tono de voz no era precisamente el de una broma. Sabía que ella era capaz de hacerlo, era el tipo de chica que no se andaba con jueguecitos. Y justo ahí estaba el problema, ¿cómo podía superar la ruptura con Beto si ni siquiera podía superar mi propia tristeza? —Lo siento, Estela, realmente no estoy de buen humor. Traté de sonreír, pero no pude evitar que me saltaran las lágrimas. ¿Cómo podía ser tan cruel el destino? Un mes atrás, Beto me había dicho que me amaba, que nunca me dejaría ir, y ahora, aquí estaba, en el asiento de un auto con Estela, tratando de no llorar en un momento en que me sentía más sola que nunca. —Uf, tienes que superarlo.  Estela miró su propio reflejo en el espejo retrovisor, asegurándose de que su cabello rubio seguía teniendo los rizos perfectos.  —Al romper con Beto es lo mejor que

El albañil


El albañil.

En los cumpleños se reciben regalos de todo tipo, y siempre en nosotros está el deseo de un regalo especial y único para nosotros. Y ese regalo llega a nosotros de maneras misteriosas.


El albañil

 

Estas desayunando con tus amigas, estan festejando tu cumpleaños. Por la ventana miras a un trabajador cargando ladrillos. El tipo tiene unos glúteos perfectos, no lleva nada puesto, excepto unos pantalones de mezclilla que remarcan sus musculosas piernas.


El albañil mueve sus nalgas prietas con ritmo al trabajar con ánimo: de un lado a otro, de arriba a abajo. Te pierdes en la visión de aquellos hombros anchos brillantes bañados por el sudor. Las voces de tus amigas desaparecen poco a poco.


Deseas pasar tu mano sobre su espalda empapada y apretar sus hombros para comprobar que sus deltoides están tan firmes y duros como se ven. Aprietas los muslos mientras notas que una humedad invade tu entrepierna mientras miras a ese trabajador semidesnudo.


Con tus amigas alrededor, imaginas acercarte para lamer una de las gotas de sudor que cubren sus pectorales, él se estremece con el roce de tu lengua. Aprietas a aún más tus muslos para disfrutar de la sensación de frotar el tejido sedoso de tu sexo.


En tú mente deslizas tus manos por la espalda hasta alcanzar esos glúteos exquisitos que agarras con fuerza y pasión. Te corresponde mordisqueando el lóbulo de una oreja. Esa visión provoca que tus pezones se endurezcan, y tu rostro se ruboriza.


El albañil

Tus amigas te ven extrañadas, balbuceas, abres y cierras los puños tratando de dominar la tentación de tocarte los pezones enfrente de todas. Decides correr a tu casa para disfrutar de tus fantasías. Y lo miras una vez consciente de tu propia excitación.

Ese sexy albañil, ha dejado de trabajar para refrescarse con una botella de agua, esa visión de su torso húmedo provoca un aumento de calor en tu cuerpo, en apenas unos segundos tienes tu sexo palpitante y húmedo, aprietas las nalgas deseando las manos morenas del trabajador.


Te quedas. Por tu mente pasan pretextos para justificarse porque estás ahí, desde ser educada con tus amigas, mirar no hace daño, nadie te manosea, observar no es sexo. En fin, te gusta y te quedas.


Las amigas continúan con los chismes de su entorno, no te interesan, sigues mirando discretamente al albañil. Para este momento continúa con su labor, el pantalón de mezclilla bajo más allá de la cintura, alcanzas a ver los vellos de su entrepierna. Muerdes tus labios, perdiéndote en las sensaciones que recorren tu cuerpo.


Una de tus amigas te pregunta si estas bien, y contestas con una voz apenas audible que estas mejor que nunca. Ella alza los hombros y continúa con su chisme. Parece que nadie ve lo que tu vez, consideras que ese hombre moreno semidesnudo, de cuerpo atlético y marcado solo existe para tu propio placer.


Con tu imaginación te colocas a su lado, él gira su tronco para verte, te recorre con la mirada lentamente, mira tus pantorrillas, tus muslos, tu cintura. Deja sus herramientas para acercarse a ti, sin dejar de ver tus brazos, tus senos, detiene su mirada en el cuello y se moja los labios.


El mesero se acerca a ofrecer más café, apenas lo escuchas, estas absorbida por tu fantasía, no la puedes dejar, la mecha es cada vez más corta y está a punto de estallar.


La fantasía continúa. En ella, el albañil te arranca la blusa, notas la presión de su pene sobre tu vientre descubierto, arqueas la espalda y te frotas contra el hombre haciéndolo gemir. Luego coges sus amplias nalgas para masajearlas a tu gusto, llevas tus manos hasta el borde del pantalón y se lo bajas, quedando al descubierto un hermoso pene moreno apuntando hacia ti.


La combinación de imaginarte follando en un lugar público con un desconocido, y la realidad de estar masturbandote delante de tus amigas te lleva al punto de no retorno. Aprietas mas tus muslos para frotar tu sexo con energía; tu cuerpo se calienta cada vez más, el estómago se encoge por los espasmos de placer, tus piernas tiemblan de anticipación, tu vagina vibra anhelando ser acariciada y tu clítoris clama por más.


El albañil

Estás haciendo algo que no deberías, pero que te encanta. 

Dejándote llevar por tu pasión imaginas sentir su pene desnudo a través de la tela de tu falda, pegándose a ti, quemandote en lugares desconocidos. Sus dedos se entretienen recorriendo los bordes de tu sujetador, tan delicadamente que te vuelve loca. El albañil con el tronco de su verga levanta la tela de tu falda, con su glande frota tu entrepierna provocando que la humedad traspase las bragas que llevas. Tanta suavidad, tanta calidez, es insoportable; estas por perder el poco control que tienes sobre la situación.


Estas excitada, insatisfecha, anhelante...

Ha empezado a dolerme el estómago del esfuerzo por contenerse, estas ardiendo, tu cuerpo se consume en llamas incontrolables; cierras los muslos con mayor fuerza para aliviar tu palpitante clítoris, pero es inútil.


De pronto ya no puedes aguantar más, te inclinas hacia adelante, agarras con fuerza la silla y te dejas llevar por un éxtasis que te agita de la cabeza a los pies, oleada tras oleada.


Tienes que controlarte para no caerte de la silla y acabar desparramada en suelo como si fueras un charco de agua. Todo lo que te rodea se difumina, tus amigas, el restaurante, los clientes, solo esta esa descarga electrizante de placer quemando tus pezones, tu clitóris y tu culo.


Poco a poco vas recuperando el control, tienes la frente empapada y gotas de sudor se resbalan entre los pechos. Aunque no gritaste, tu respiración es agitada, la voz es ronca y gutural. Sientes la mirada extraña de tus amigas, hasta el mesero está pasmado. Con una sonrisa nerviosa te levantas para salir del lugar, sin voltear atrás, además, olvidas dejar dinero para pagar la cuenta. Estas roja de la pena.


Camino a tu automóvil, buscas con la mirada el lugar donde está trabajando el albañil. Encuentras el lugar, pero el trabajador no está, ni siquiera sus herramientas, no hay nadie. ¿Fue tu imaginación? ¿Ese albañil solo existió para tu deleite? ¿Fue un regalo del Universo por tu cumpleaños?


Dentro de ti tienes la impresión de escuchar una voz que te dice “Feliz cumpleaños”. Miras hacia el cielo y en tu corazón dices: “Gracias”.


Y te vas a tu casa agradecida y satisfecha, un poco avergonzada, pero muy satisfecha.


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