El
albañil.
En
los cumpleños se reciben regalos de todo tipo, y siempre en nosotros
está el deseo de un regalo especial y único para nosotros. Y ese
regalo llega a nosotros de maneras misteriosas.
Estas desayunando
con tus amigas, estan festejando tu cumpleaños. Por la ventana miras
a un trabajador cargando ladrillos. El tipo tiene unos glúteos
perfectos, no lleva nada puesto, excepto unos pantalones de mezclilla
que remarcan sus musculosas piernas.
El albañil mueve
sus nalgas prietas con ritmo al trabajar con ánimo: de un lado a
otro, de arriba a abajo. Te pierdes en la visión de aquellos hombros
anchos brillantes bañados por el sudor. Las voces de tus amigas
desaparecen poco a poco.
Deseas
pasar tu mano sobre su espalda empapada y apretar sus hombros para
comprobar que sus deltoides están
tan firmes y duros como se ven. Aprietas los muslos mientras notas
que una humedad invade tu entrepierna mientras miras a ese trabajador
semidesnudo.
Con
tus amigas alrededor, tú
imaginas acercarte para lamer una de las gotas de sudor que cubren
sus pectorales, él se estremece con el roce de tu lengua. Aprietas a
aún más tus muslos para disfrutar de la sensación de frotar el
tejido sedoso de tu sexo.
En tú mente
deslizas tus manos por la espalda hasta alcanzar esos glúteos
exquisitos que agarras con fuerza y pasión. Te corresponde
mordisqueando el lóbulo de una oreja. Esa visión provoca que tus
pezones se endurezcan, y tu rostro se ruboriza.
Tus amigas te ven
extrañadas, balbuceas, abres y cierras los puños tratando de
dominar la tentación de tocarte los pezones enfrente de todas.
Decides correr a tu casa para disfrutar de tus fantasías. Y lo miras
una vez consciente de tu propia excitación.
Ese
sexy albañil, ha dejado de trabajar para refrescarse con una botella
de agua, esa visión de su torso húmedo
provoca un aumento de calor en tu cuerpo, en apenas unos segundos
tienes tu sexo palpitante
y húmedo, aprietas las nalgas deseando las manos morenas del
trabajador.
Te
quedas. Por tu mente pasan pretextos para justificarse
porque estás
ahí, desde ser educada con tus amigas, mirar no hace daño, nadie te
manosea, observar no es sexo. En fin, te gusta y te quedas.
Las
amigas continúan
con los chismes de su entorno, no te interesan, sigues mirando
discretamente al albañil. Para este momento continúa
con su labor, el pantalón de mezclilla bajo más
allá
de la cintura, alcanzas a ver los vellos de su entrepierna. Muerdes
tus labios, perdiéndote
en las sensaciones que recorren tu cuerpo.
Una
de tus amigas te pregunta si estas bien, y contestas con una voz
apenas audible que estas mejor que nunca. Ella alza los hombros y
continúa
con su chisme. Parece que nadie ve lo que tu vez, consideras que ese
hombre moreno semidesnudo, de cuerpo atlético y marcado solo existe
para tu propio placer.
Con
tu imaginación
te colocas a su lado, él gira su tronco para verte, te recorre con
la mirada lentamente, mira tus pantorrillas, tus muslos, tu cintura.
Deja sus herramientas para acercarse a ti, sin dejar de ver tus
brazos, tus senos, detiene su mirada en el cuello y se moja los
labios.
El
mesero se acerca a ofrecer más
café, apenas lo escuchas, estas absorbida por tu fantasía, no la
puedes dejar, la mecha es cada vez más
corta y está
a punto de estallar.
La
fantasía continúa.
En ella, el albañil te arranca la blusa, notas la presión de su
pene sobre tu vientre descubierto, arqueas la espalda y te frotas
contra el hombre haciéndolo
gemir. Luego coges sus amplias nalgas para masajearlas a tu gusto,
llevas tus manos hasta el borde del pantalón y se lo bajas, quedando
al descubierto un hermoso pene moreno apuntando hacia ti.
La
combinación de imaginarte follando en un lugar público con un
desconocido,
y la realidad de estar masturbandote delante de tus amigas te lleva
al punto de no retorno. Aprietas mas tus muslos para frotar tu sexo
con energía; tu cuerpo se calienta cada vez más, el estómago se
encoge por los espasmos de placer, tus piernas tiemblan de
anticipación, tu vagina vibra anhelando ser acariciada y tu clítoris
clama por más.
Estás
haciendo algo que no deberías,
pero que te encanta.
Dejándote
llevar por tu pasión imaginas sentir su pene desnudo a través de la
tela de tu falda, pegándose a ti, quemandote en lugares
desconocidos. Sus dedos se entretienen recorriendo los bordes de tu
sujetador, tan delicadamente que te vuelve loca. El albañil con el
tronco de su verga levanta la tela de tu falda, con su glande frota
tu entrepierna provocando que la humedad traspase las bragas que
llevas. Tanta suavidad, tanta calidez, es insoportable; estas por
perder el poco control que tienes sobre la situación.
Estas excitada,
insatisfecha, anhelante...
Ha
empezado a dolerme
el estómago del esfuerzo por contenerse,
estas ardiendo, tu cuerpo se consume en llamas incontrolables;
cierras los muslos con mayor fuerza para aliviar tu palpitante
clítoris, pero es inútil.
De pronto ya no
puedes aguantar más, te inclinas hacia adelante, agarras con fuerza
la silla y te dejas llevar por un éxtasis que te agita de la cabeza
a los pies, oleada tras oleada.
Tienes que
controlarte para no caerte de la silla y acabar desparramada en suelo
como si fueras un charco de agua. Todo lo que te rodea se difumina,
tus amigas, el restaurante, los clientes, solo esta esa descarga
electrizante de placer quemando tus pezones, tu clitóris y tu culo.
Poco
a poco vas recuperando el control, tienes la frente empapada y gotas
de sudor se resbalan entre los pechos. Aunque no gritaste, tu
respiración es agitada, la voz es ronca y gutural. Sientes la mirada
extraña de tus amigas, hasta el mesero está
pasmado. Con una sonrisa nerviosa te levantas para salir del lugar,
sin voltear atrás, además,
olvidas dejar dinero para pagar la cuenta. Estas roja de la pena.
Camino
a tu automóvil,
buscas con la mirada el lugar donde está
trabajando el albañil. Encuentras el lugar, pero el trabajador no
está,
ni siquiera sus herramientas, no hay nadie. ¿Fue tu imaginación?
¿Ese albañil solo existió para tu deleite? ¿Fue un regalo del
Universo por tu cumpleaños?
Dentro
de ti tienes la
impresión de escuchar una voz que te dice “Feliz cumpleaños”.
Miras hacia el cielo y en tu corazón dices: “Gracias”.
Y te vas a tu casa
agradecida y satisfecha, un poco avergonzada, pero muy satisfecha.
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