Despertar espiritual anal.

 Despertar espiritual anal.  —Cristina, si no dejas de deprimirte, voy a detener este auto y te patearé contra la banqueta.  Estela me lanzó una mirada que no podía ignorar, y su tono de voz no era precisamente el de una broma. Sabía que ella era capaz de hacerlo, era el tipo de chica que no se andaba con jueguecitos. Y justo ahí estaba el problema, ¿cómo podía superar la ruptura con Beto si ni siquiera podía superar mi propia tristeza? —Lo siento, Estela, realmente no estoy de buen humor. Traté de sonreír, pero no pude evitar que me saltaran las lágrimas. ¿Cómo podía ser tan cruel el destino? Un mes atrás, Beto me había dicho que me amaba, que nunca me dejaría ir, y ahora, aquí estaba, en el asiento de un auto con Estela, tratando de no llorar en un momento en que me sentía más sola que nunca. —Uf, tienes que superarlo.  Estela miró su propio reflejo en el espejo retrovisor, asegurándose de que su cabello rubio seguía teniendo los rizos perfectos.  —Al romper con Beto es lo mejor que

En grabación


En grabación.


Volver a cumplir nuestro antiguos sueños, ya con la madurez de la edad, nos puede llevar a hábitos nuevos y cautivantes.


Karla ha decidido retomar su carrera de actriz, entonces aceptó la invitación de su amigo Jesús para grabar podcast de cuentos eróticos. Su amigo es un excelente narrador y además es técnico de audio, en el estudio a su lado están dos actores de buen parecer, a su izquierda un tipo atlético y serio, el es Pablo. Y a su derecha un gordito muy risueño, el es Pedro.
Fantasía erótica



El argumento del cuento es sobre una ama de casa que se masturba enfrente de dos profesores de la escuela de sus hijos. La grabación va muy bien hasta llegar al momento de la masturbación, los sonidos de una mujer excitada no le salen a Karla, los suspiros y gemidos son huecos, sin gracia alguna.

Intentan grabar de nuevo, pero ahora se escucha aburrida. Tanto Pedro y Pablo están molestos, Jesús les pide calma para grabar de nuevo. Pero ella está muy apenada, y la actuación se va por los suelos.

Entonces, Jesús entra a la cabina enojado con un antifaz de cuero de color negro. Ordena a Karla que se lo ponga, ella duda porque logra captar un leve sonrisa maliciosa en Pablo, y un brillo en los ojos de Pedro.

De nuevo da la orden, y Karla acepta temblando de miedo, sin embargo, dentro de ella un cálido cosquilleo nace de su entrepierna al imaginar lo que estaba por venir. Conoce para qué es el antifaz, ha leído novelas donde lo usan y también ha visto películas; de repente, una oleada de excitación la recorre de arriba abajo.

Ya con el antifaz puesto, su sentido de la vista es anulado, pero los demás sentidos se expanden. Con su olfato distingue las lociones de Pedro y de Pablo, saborea sus labios lentamente, la piel está caliente, anhelante, le estorba la ropa. Y su sexto sentido le avisa de un ambiente cargado de lujuria, está de pie indefensa ante tres hombres que le agradan, ese sexto sentido le dice que el cuento erótico puede ser una realidad. Siente un fogonazo de luces en su interior, claramente nota que sus pezones están erectos, como lanzas, listos para entrar en acción.

Sus oídos escuchan la voz de Jesús por la bocinas, es la voz de su amigo que siempre ha escuchado en las reuniones, por teléfono, por mensaje de voz, dando clases, pero ahora la siente diferente: es susurrante, entonada, grave, de bajos profundos, despertando en su cuerpo sensaciones cálidas que le hacen perder el equilibrio. Sus compañeros van en su ayuda para sostenerla agarrandola de sus brazos, Karla da un respingo y grita cuando siente esas manos callosas en sus antebrazos.

Jesús comienza a hablar con calma, sin prisas pero con un ritmo candente, le dice a Karla que se concentre en su voz y en las sensaciones de su cuerpo, que se deje llevar, no reprimirse, abandonarse a las olas de placer que van de sus oídos hasta el clítoris.

Karla responde con gemidos y suspiros ante esa voz íntima y profunda, capaz de encender sus nalgas y su clítoris sin tocarla. Hasta la última célula de su cuerpo se inunda de deseo.

Quiero confesarte dos fantasías que tengo sobre ti. —Comienza Jesús con su voz rasposa, mientras Pedro y Pablo siguen sosteniendo a Karla.


Desde que te conozco me masturbo pensando en ti, cuando tengo sexo con otra persona, muchas veces estas en mi mente. Y esas fantasías tienen algo en común: es verte desnuda en un escenario, ya sea cantando o actuando, ante un público morboso, ávido de lujuria y de sexo sin límites.

Cuando Karla escucha esa confesión, se siente como un tesoro deseado. Aquellas palabras son tan excitantes que una descarga eléctrica recorre su columna, arquea la espalda destacando sus bellos senos. Por que ella también tiene esa misma fantasía, cada vez que termina una actuación, va de inmediato a su casa para acariciarse mientras sueña estar desnuda ante un auditorio.

Esa fantasía tiene dos versiones. La primera está basada en aquella ocasión en que cantaste con tu vestido negro escotado de la espalda. Cuando te vi, de inmediato supe que no llevabas brasier.

Karla gime sin poder evitarlo, recuerda muy bien esa ocasión. Cantó y bailó una canción rítmica, al no llevar sostén, sus bubis se movían de un lado a otro, de arriba a abajo, pero lo que más le gustó fueron las miradas del público y de sus compañeros, ese recuerdo es como un manjar que saborea cada que puede, a solas o acompañada.

Se agita, y de sus cuerdas vocales surgen palabras ininteligibles. Jesús continúa con su confesión.

Recordarás que cantaste un balada. En mi mente, cuando llega el puente musical, tu vestido cae, enseñando a todos tus muslos, tus pantorrillas, tus nalgas, tus senos, tu entrepierna sin ropa alguna.
Todo te aplauden de pie, en ese momento mi pene rígido e hinchado deja escapar con una explosión su preciosa carga.

Para Karla estar en completa oscuridad por ese antifaz, hace que los recuerdos sean más vívidos, y la fantasía de Jesús es mucho más real. La excitación es evidente en su rostro, su espalda está arqueada, sus labios estaban húmedos y entreabiertos, las manos se sujetan con fuerza a los brazos de Pedro y Pablo. Desea con todo tu ser que esos dedos pasen por debajo de las copas del sujetador, muerde sus labios, sus pechos tiemblan, está impaciente por oír el sonido de su blusa al rasgarse.

La siguiente parte —continúa Jesús— tiene que ver con esa obra de teatro, donde representas a una asistente de un manicomio. No te contaré toda la trama solo las partes que cambie en mi imaginación.

Las entrañas de Karla son un amasijo de nervios, tiembla de ansiedad, de deseo, de lujuria.

Estas con uno de los enfermeros, quien trata de seducirte, y de repente tu tomas la iniciativa, desabrochas tu bata, después tu blusa, dejando ver tus exquisitos senos cubiertos por un brasier negro de tela transparente, tus pezones están levantados deseosos por ser besados. El enfermero huye, y tu te diriges al público mostrando tus encantos.
Relatos eróticos



Ahora Karla cierra las piernas tratando de calmar los espasmos que recorren su cuerpo.

En la siguiente estás discutiendo con dos enfermeros sobre controlar los deseos sexuales de los pacientes. En eso llega el director, da su opinión pidiendo que te quites la ropa, accedes con malicia en tu rostro, quedas con tu brasier transparente y tus bragas negras igual de transparentes. Enseñan con orgullo tu vello bien recortado. Al final solo te vistes solo con la bata, dejando tu ropa en el escenario.

La cabeza de Karla está llena de confusión y excitación. ¿Cómo es posible que una voz grave y un antifaz estimulen tanto? Siente la vulva mojada e hinchada, el clítoris palpitante y los pezones duros como piedras.

Después estas con los tres enfermeros. Te reclaman por estar sin ropa. Los insultas y ellos en un ataque de rabia te quitan la bata, después rompen tus bragas y al último rasgan tu brasier.

Su respiración es más agitada, su corazón late con fuerza. El clítoris y la vagina palpitan insatisfechos, los pezones arden contra el brasier y todos los músculos de su cuerpo tiemblan. Ya no puede más.

En eso llega el subdirector, regaña a los enfermeros mientras tu permaneces desnuda en el escenario, hay suspiros entrecortados en el público. Retira a los enfermeros y quedas sola con él, ante la expectativa del público.

La frente de Karla está perlada de sudor, a la vez el estómago comienza a cosquillear y la vagina a palpitar. Las piernas son de gelatina, a sus compañeros les cuesta más trabajo sostenerla.

El subdirector camina a tu alrededor, con la yema de sus dedos toca ligeramente tu piel mientras habla del reglamento de manicomio. Acaricia tu cuello, toca ligeramente tus pezones, después el ombligo, pasa su mano sobre tus muslos, te da media vuelta para que muestres tus nalgas al público, roza tu coxis. En el público los suspiros y gruñidos son más evidentes. Y por ultimo te da una nalgada, que suena en todo el teatro, tu castigo será permanecer desnuda en el manicomio, ante la vista de todos.

Karla ya no puede soportarlo más. Su respiración se acelera, su garganta explota y todos los jadeos que estaba conteniendo arrasan el silencio del estudio como un viento recio. Sus piernas se tensan, el vientre se contrae y cae al suelo con un bramido ensordecedor.

En el suelo el estallido de placer fue absoluto, Karla arquea aún más la espalda, eleva las caderas y grita.

Y grita, y grita, hasta que sus pulmones quedaron sin aire y su cuerpo dejó de temblar. El estudio está impregnado de olor a sexo.

Los latidos del corazón de Karla comienzan a normalizarse. Se quita el antifaz, cuando sus ojos se ajustan a luz, mira con sorpresa que su blusa está abierta, su brasier levantado, los pantalones están hasta su rodilla y sus bragas estan manchadas de semen.

Dirige su mirada a sus compañeros, tanto Pedro como Pablo tienen su pene afuera semierectos. Con timidez, Pablo le da un pañuelo desechable para limpiarse, en tanto por las bocinas se oye la voz de Jesús.

¡Eso estuvo fenomenal! Fue más de lo que esperaba. Excelente grabación.

Ya arregladas sus ropas, Karla recibe una llamada en su celular. Es su marido.

Me tengo que ir.

Pero si todavía no termino mi narración, falta el final final. —Dice Jesús.

Dejame recuperarme, todo esto fue una agradable sorpresa. ¿Puedo quedarme con el antifaz?

¡Claro! Es todo tuyo.

Hoy en la noche estaré sola, háblame para contarme el final.

Karla se despide con un beso en la boca de Pedro, Pablo y Jesús. Ella va a su coche caminando de alegría, casi dando pequeños brincos, algunos peatones la miran con curiosidad, tiene los labios hinchados, las mejillas sonrosadas y el cabello despeinado. María se considera la mujer más sensual y hermosa del mundo.


Relatos eróticos

Comentarios