En grabación.
Volver
a cumplir nuestro antiguos sueños, ya con la madurez de la edad, nos
puede llevar a hábitos nuevos y cautivantes.
Karla
ha decidido retomar su carrera de actriz, entonces aceptó la
invitación de su amigo Jesús para grabar podcast de cuentos
eróticos. Su amigo es un excelente narrador y además es técnico de
audio, en el estudio a su lado están dos actores de buen parecer, a
su izquierda un tipo atlético y serio, el es Pablo. Y a su derecha
un gordito muy risueño, el es Pedro.
El
argumento del cuento es sobre una ama de casa que se masturba
enfrente de dos profesores de la escuela de sus hijos. La grabación
va muy bien hasta llegar al momento de la masturbación, los sonidos
de una mujer excitada no le salen a Karla, los suspiros y gemidos son
huecos, sin gracia alguna.
Intentan
grabar de nuevo, pero ahora se escucha aburrida. Tanto Pedro y Pablo
están molestos, Jesús les pide calma para grabar de nuevo. Pero
ella está muy apenada, y la actuación se va por los suelos.
Entonces,
Jesús entra a la cabina enojado con un antifaz de cuero de color
negro. Ordena a Karla que se lo ponga, ella duda porque logra captar
un leve sonrisa maliciosa en Pablo, y un brillo en los ojos de Pedro.
De
nuevo da la orden, y Karla acepta temblando de miedo, sin embargo,
dentro de ella un cálido cosquilleo nace de su entrepierna al
imaginar lo que estaba por venir. Conoce para qué es el antifaz, ha
leído novelas donde lo usan y también ha visto películas; de
repente, una oleada de excitación la recorre de arriba abajo.
Ya
con el antifaz puesto, su sentido de la vista es anulado, pero los
demás sentidos se expanden. Con su olfato distingue las lociones de
Pedro y de Pablo, saborea sus labios lentamente, la piel está
caliente, anhelante, le estorba la ropa. Y su sexto sentido le avisa
de un ambiente cargado de lujuria, está de pie indefensa ante tres
hombres que le agradan, ese sexto sentido le dice que el cuento
erótico puede ser una realidad. Siente un fogonazo de luces en su
interior, claramente nota que sus pezones están erectos, como
lanzas, listos para entrar en acción.
Sus
oídos escuchan la voz de Jesús por la bocinas, es la voz de su
amigo que siempre ha escuchado en las reuniones, por teléfono, por
mensaje de voz, dando clases, pero ahora la siente diferente: es
susurrante, entonada, grave, de bajos profundos, despertando en su
cuerpo sensaciones cálidas que le hacen perder el equilibrio. Sus
compañeros van en su ayuda para sostenerla agarrandola de sus
brazos, Karla da un respingo y grita cuando siente esas manos
callosas en sus antebrazos.
Jesús
comienza a hablar con calma, sin prisas pero con un ritmo candente,
le dice a Karla que se concentre en su voz y en las sensaciones de su
cuerpo, que se deje llevar, no reprimirse, abandonarse a las olas de
placer que van de sus oídos hasta el clítoris.
Karla
responde con gemidos y suspiros ante esa voz íntima y profunda,
capaz de encender sus nalgas y su clítoris sin tocarla. Hasta la
última célula de su cuerpo se inunda de deseo.
—Quiero
confesarte dos fantasías que tengo sobre ti.
—Comienza Jesús con su voz rasposa, mientras Pedro y Pablo siguen
sosteniendo a Karla.
—Desde
que te conozco me masturbo pensando en ti, cuando tengo sexo con otra
persona, muchas veces estas en mi mente. Y esas fantasías tienen
algo en común: es verte desnuda en un escenario, ya sea cantando o
actuando, ante un público morboso, ávido de lujuria y de sexo sin
límites.
Cuando
Karla escucha esa confesión, se siente como un tesoro deseado.
Aquellas palabras son tan excitantes que una descarga eléctrica
recorre su columna, arquea la espalda destacando sus bellos senos.
Por que ella también tiene esa misma fantasía, cada vez que termina
una actuación, va de inmediato a su casa para acariciarse mientras
sueña estar desnuda ante un auditorio.
—Esa
fantasía tiene dos versiones. La primera está basada en aquella
ocasión en que cantaste con tu vestido negro escotado de la espalda.
Cuando te vi, de inmediato supe que no llevabas brasier.
Karla
gime sin poder evitarlo, recuerda muy bien esa ocasión. Cantó y
bailó una canción rítmica, al no llevar sostén, sus bubis se
movían de un lado a otro, de arriba a abajo, pero lo que más le
gustó fueron las miradas del público y de sus compañeros, ese
recuerdo es como un manjar que saborea cada que puede, a solas o
acompañada.
Se
agita, y de sus cuerdas vocales surgen palabras ininteligibles. Jesús
continúa con su confesión.
—Recordarás
que cantaste un balada. En mi mente, cuando llega el puente musical,
tu vestido cae, enseñando a todos tus muslos, tus pantorrillas, tus
nalgas, tus senos, tu entrepierna sin ropa alguna.
Todo
te aplauden de pie, en ese momento mi pene rígido e hinchado deja
escapar con una explosión su preciosa carga.
Para
Karla estar en completa oscuridad por ese antifaz, hace que los
recuerdos sean más vívidos, y la fantasía de Jesús es mucho más
real. La excitación es evidente en su rostro, su espalda está
arqueada, sus labios estaban húmedos y entreabiertos, las manos se
sujetan con fuerza a los brazos de Pedro y Pablo. Desea con todo tu
ser que esos dedos pasen por debajo de las copas del sujetador,
muerde sus labios, sus pechos tiemblan, está impaciente por oír el
sonido de su blusa al rasgarse.
—La
siguiente parte
—continúa Jesús— tiene
que ver con esa obra de teatro, donde representas a una asistente de
un manicomio. No te contaré toda la trama solo las partes que cambie
en mi imaginación.
Las
entrañas de Karla son un amasijo de nervios, tiembla de ansiedad, de
deseo, de lujuria.
—Estas
con uno de los enfermeros, quien trata de seducirte, y de repente tu
tomas la iniciativa, desabrochas tu bata, después tu blusa, dejando
ver tus exquisitos senos cubiertos por un brasier negro de tela
transparente, tus pezones están levantados deseosos por ser besados.
El enfermero huye, y tu te diriges al público mostrando tus
encantos.
Ahora
Karla cierra las piernas tratando de calmar los espasmos que recorren
su cuerpo.
—En
la siguiente estás discutiendo con dos enfermeros sobre controlar
los deseos sexuales de los pacientes. En eso llega el director, da su
opinión pidiendo que te quites la ropa, accedes con malicia en tu
rostro, quedas con tu brasier transparente y tus bragas negras igual
de transparentes. Enseñan con orgullo tu vello bien recortado. Al
final solo te vistes solo con la bata, dejando tu ropa en el
escenario.
La
cabeza de Karla está llena de confusión y excitación. ¿Cómo es
posible que una voz grave y un antifaz estimulen tanto? Siente la
vulva mojada e hinchada, el clítoris palpitante y los pezones duros
como piedras.
—Después
estas con los tres enfermeros. Te reclaman por estar sin ropa. Los
insultas y ellos en un ataque de rabia te quitan la bata, después
rompen tus bragas y al último rasgan tu brasier.
Su
respiración es más agitada, su corazón late con fuerza. El
clítoris y la vagina palpitan insatisfechos, los pezones arden
contra el brasier y todos los músculos de su cuerpo tiemblan. Ya no
puede más.
—En
eso llega el subdirector, regaña a los enfermeros mientras tu
permaneces desnuda en el escenario, hay suspiros entrecortados en el
público. Retira a los enfermeros y quedas sola con él, ante la
expectativa del público.
La
frente de Karla está perlada de sudor, a la vez el estómago
comienza a cosquillear y la vagina a palpitar. Las piernas son de
gelatina, a sus compañeros les cuesta más trabajo sostenerla.
—El
subdirector camina a tu alrededor, con la yema de sus dedos toca
ligeramente tu piel mientras habla del reglamento de manicomio.
Acaricia tu cuello, toca ligeramente tus pezones, después el
ombligo, pasa su mano sobre tus muslos, te da media vuelta para que
muestres tus nalgas al público, roza tu coxis. En el público los
suspiros y gruñidos son más evidentes. Y por ultimo te da una
nalgada, que suena en todo el teatro, tu castigo será permanecer
desnuda en el manicomio, ante la vista de todos.
Karla
ya no puede soportarlo más. Su respiración se acelera, su garganta
explota y todos los jadeos que estaba conteniendo arrasan el silencio
del estudio como un viento recio. Sus piernas se tensan, el vientre
se contrae y cae al suelo con un bramido ensordecedor.
En
el suelo el estallido de placer fue absoluto, Karla arquea aún más
la espalda, eleva las caderas y grita.
Y
grita, y grita, hasta que sus pulmones quedaron sin aire y su cuerpo
dejó de temblar. El estudio está impregnado de olor a sexo.
Los
latidos del corazón de Karla comienzan a normalizarse. Se quita el
antifaz, cuando sus ojos se ajustan a luz, mira con sorpresa que su
blusa está abierta, su brasier levantado, los pantalones están
hasta su rodilla y sus bragas estan manchadas de semen.
Dirige
su mirada a sus compañeros, tanto Pedro como Pablo tienen su pene
afuera semierectos. Con timidez, Pablo le da un pañuelo desechable
para limpiarse, en tanto por las bocinas se oye la voz de Jesús.
—¡Eso
estuvo fenomenal! Fue más de lo que esperaba. Excelente grabación.
Ya
arregladas sus ropas, Karla recibe una llamada en su celular. Es su
marido.
—Me
tengo que ir.
—Pero
si todavía no termino mi narración, falta el final final. —Dice
Jesús.
—Dejame
recuperarme, todo esto fue una agradable sorpresa. ¿Puedo quedarme
con el antifaz?
—¡Claro!
Es todo tuyo.
—Hoy
en la noche estaré sola, háblame para contarme el final.
Karla
se despide con un beso en la boca de Pedro, Pablo y Jesús. Ella va a
su coche caminando de alegría, casi dando pequeños brincos, algunos
peatones la miran con curiosidad, tiene los labios hinchados, las
mejillas sonrosadas y el cabello despeinado. María se considera la
mujer más sensual y hermosa del mundo.
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