La
Primera vez
Recordar
en volver a vivir. Los recuerdos de tu primer orgasmo provocan otro
de mayor intensidad en tus oficina.
Estas sola en la oficina, ser licenciada
y jefa de una notaria de la Ciudad de México, tiene sus ventajas,
pero también sus responsabilidades. No saliste a comer, te quedaste
a terminar de revisar los testamentos, mientras le das mordidas a tu
emparedado frío.
El resto de los empleados ya llevan media
hora afuera, faltan treinta minutos para que regresen. Estas cansada
y fastidiada, decides mirar un rato el Facebook, solo un momento en
tu celular.
Miras fotos de amigos con sus mascotas, un
video de unos ancianos bailando salsa, los “memes” del momento
sobre el político de moda, anuncios sobre conferencias, chistes,
dibujos y mas fotos de amigos. Hasta que te detienes en la foto de
una estudiante anunciando lo feliz que está con su novio.
Te llama la atención como están
abrazados, sobre todo el detalle de que el chico tiene pegado su
cadera al cuerpo de ella; en la siguiente foto están abrazados de
frente, te das cuenta de una situación en particular, haces zoom
sobre la entrepierna del chico para comprobar tu observación: esta
abultada, muy abultada.
Tu cuerpo reacciona ante esa foto, una
dulce calidez empieza a surgir de tu entrepierna.
Dejas el celular sobre el escritorio, te
echas hacia atrás, y sonriendo comienzas a recordar tu primera
salida con tu primer novio, ¿se llamaba…? ¿se llamaba…?
¡Gustavo! Si, ese era su nombre.
En ese tiempo toda tu experiencia
sexual eran las pláticas secretas con tus amigas, en mirar fotos de
hombres con el torso desnudo a escondidas de tus padres, también
haber visto películas clasificación C prohibidas para tu edad, y
también una que otra revista con fotos de parejas en posiciones
sexuales que llevaban a tu escuela a escondidas.
Tú imaginación siempre ha sido muy
vivaz, recordar tu primera experiencia sexual estimula todo tu ser.
Estas sola, necesitas relajarte, eres la jefa, te mereces unos
minutos de relax. ¿Por qué no?
Te quitas el saco para esta cómoda y
desabrochas los primeros botones de tu blusa.
Comienzas a revivir aquella vez en que
Gustavo te invito al cine, una tarde de verano; estrenabas tu
minifalda de mezclilla junto con una blusa de hombros descubiertos.
Durante el trayecto al cine hablabas y
hablabas para ocultar tu ansiedad. Ya adentro, se sentaron hasta
atrás, lejos de las demás personas.
En tu oficina escuchas el tic tac del
reloj de pared. Desabrochas por completo la blusa, cierras tus ojos
mientras acaricias con un dedo tu ombligo, te dejas llevar por el
candente cosquilleo que recorre tu hermoso cuerpo.
No recuerdas que pelicula era, solo
que a la mitad Gustavo, de un modo torpe, paso el brazo sobre el
asiento por detrás de ti, te quedaste helada. Pero, discretamente te
echaste hacia atrás, sentiste que su mano se acercaba más a tu
hombro y reposando sobre tu piel desnuda, una ola de placer comenzó
a expandirse por cada terminación nerviosa de tu sensible cuerpo.
El tráfico afuera es intenso. Solo
faltan quince minutos para que lleguen tus compañeros...
¿Continuamos recordando o terminas? Quince minutos es una eternidad,
el tráfico los puede detener... Decides continuar hasta el final.
Ahora te quitas la blusa, la dejas a un
lado, te echas hacia atrás, subes las piernas al escritorio, tocas
tus caderas y sonríes al recordar como Gustavo actuaba como si nada,
mientras mirabas la pantalla.
Al cabo de un rato te acerco mas a el,
y no opusiste resistencia. Sus ojos hambrientos de sexo, buscaron los
tuyos, sentiste escalofríos por todas partes. Luego se inclino y te
beso. Los latidos de tu corazón comenzaron a ser más intensos,
llegaste a pensar que se saldrían de tu pecho.
Sin embargo, Gustavo no continuo y
pareció concentrarse en la película, por tu parte apoyaste tu
cabeza sobre su hombro embriagada de nuevos placeres.
Unos folder con oficios caen del
escritorio empujados por tus pies. Te vuelves a acomodar sobre la
silla, te quitas los zapatos y tambien el pantalon porque la
temperatura de tu esbelto y bello cuerpo es muy alta y necesitas
enfriarte. Quedas repantingada solo vestida con tus tobimedias,
pantaletas y brasier.
Tocas tu entrepierna buscando tu punto de
placer, para estimularlo con los recuerdos de Gustavo abrazandote en
el cine.
Sigues recordando como él seguía mirando la película
cuando de repente sentiste que sus dedos se acercaban hacia el centro
de tu blusa, entrando lentamente hasta tocar tu brasier, lo levantó
dejando tus pechos desnudos. Te quedaste inmóvil y experimentando
nuevas y placenteras sensaciones.
Luego sus otra mano acarició uno de tus
senos, tiraba suavemente de tu pezón y dejaba caer varias veces.
Después pasó la mano a tu otro seno y comenzó realizar lo mismo.
Tu respiración era más fuerte, ya nos estabas inmóvil, temblabas
por el fuego abrazador que se esparció por todo tu ser.
Los rechinidos de tu silla hacen que
abras los ojos, miras al piso y esta tu brasier sobre el cajón
abierto ¿Cuándo te lo quitaste? Los recuerdos son tan vívidos y el
placer tan intenso en donde estas. Los pezones están erectos,
suspiros de placer salen de tu boca, las pantaletas están húmedas;
ya solo faltan unos minutos para que lleguen, no necesitas más para
terminar.
Decides subir de nuevo las piernas al
escritorio, buscando tener un orgasmo intenso.
Como el que tuviste en
manos de Gustavo. Casi sin moverse y sin dejar de mirar la pantalla,
coloco una mano sobre tu muslo, como si fuera un accidente.
Muy pronto sentiste que su mano se
desplazaba bajo tu falda. A pesar de que sabías a donde iba,
separaste las piernas, permitiendo que sus dedos llegaron hasta el
borde de tus pantaletas. Sus dedos jugueteaban sobre tu vagina por
fuera de las bragas y te echaste mas atras en tu asiento, suspirando
de placer. Gustavo besa tu cuello, dió un pequeño lametón sobre tu
clavícula, después sentiste su lengua posar sobre tu pezón y
olvidaste todo hundiendote en las arenas movedizas de la lujuria.
El reloj dio las campanadas de cada hora,
terminó la hora de comer y en cualquier momento llegaran tus
compañeros. Pero tu ya no puedes parar.
Corres a la puerta de tu oficina para
cerrarla con seguro. Te quedas recargada en la puerta, acariciando
tus senos, tus nalgas, tu clítoris. Te quitas las pantaletas
aventandolas por ahí.
Vuelves a sentarte en tu lugar, necesitas
terminar; entonces tus caricias son más intensas sobre tu vulva.
Como los toques de Gustavo cuando metió un dedo por debajo de tus
bragas y empezó a sobar tu suave y mullido vello púbico.
En un momento todos sus dedos se
unieron al primero y tuviste que controlar tus gritos cuando,
estirando con fuerzas las bragas, sus dedos ascendían y descendían
por tu montículo. Cerraste los ojos, te parecía estar flotando, la
lengua de Gustavo pasaba de un pezón a otro provocando descargas
eléctricas en tu sistema nervioso, tú respiración era agitada, un
rico sudor cubría tu cuerpo, la humedad de tu sexo aumentaba sin
control.
Los diálogos y la música de la
película pasaron a ser un sordo sonsonete sin sentido, la visión se
te nublo, tus labios estaban húmedos y entreabiertos, y con la
espalda arqueada tus manos se aferraban al asiento.
Ya no pudiste soportarlo más. Con la
respiración acelerada, la garganta explotó dejando salir todos tus
jadeos contenidos, sobrepasando el sonido de la película como un
torbellino. Tus piernas se tensaron, lo mismo tu vientre; dejaste
caer tu cabeza hacia atrás, dejando que los espasmos de lujuria
recorrieran todo tu cuerpo.
Suena el teléfono de la oficina.
No contestas por que no puedes parar,
recordar tu primer orgasmo provocó en ti una descarga eléctrica.
Afuera ya se oyen ruidos de personas que llegan, mientras tu estas
desnuda en tu escritorio masturbandote.
Hay ruidos de sillas moviéndose.
Aprietas con fuerza tus labios, no puedes
darte el lujo de gritar, pero estas excitada y anhelante, ardiendo de
placer. Unas cuantas caricias más y explotaras. Con una mano
atormentas tus pezones con caricias fuertes, sin pausa, pasando de
uno a otro.
Más ruidos afuera, aumenta el volúmen
de los murmullos.
La otra mano la bajas veloz hasta el
pubis, frotas el clítoris, después tus dedos penetran la vagina y
con la palma presionas la vulva.
Escuchas las voces de tus compañeros de
oficina.
Tu respiración está acelerada, el
estómago contraído, las piernas temblorosas golpetean el
escritorio. No puedes evitar cerrar los ojos, estás a punto de
perder el control sobre tu boca, tu clítoris clama por más.
Al parecer ya todos llegaron, de un
momento a otro entraran a pedirte instrucciones.
Los latidos de tu corazón son fuertes e
intensos, tus propias caricias lanzan relámpagos de placer a tu
cerebro, volviendote loca. Ya nada importa, tu cuerpo está consumido
por las llamas incontrolables de placer animal.
Hay voces cerca de tu puerta.
Elevas las caderas y arqueas aún más la
espalda, las piernas te tiemblan de tal forma que lanzas tus zapatos
al aire. Entonces, estallas de placer. Muerdes un puño ahogando tus
gritos, porque de otra manera te escucharán en todo el edificio.
Alcanzas a escuchar música afuera, ya
están trabajando, de un momento a otro entraran.
Todavía temblando y con la respiración
entrecortada, te levantas para agarrar un pañuelo desechable para
limpiar los fluidos corporales en tu mano. Solo tienes puestas las
tobimedias, entonces buscas tu ropa por toda la oficina, vez que la
blusa y el saco están en la silla, los pantalones están abajo del
escritorio, pero no encuentras ni el brasier, ni los zapatos y
tampoco las pantaletas. En una hora tienes una junta, no puedes ir
vestida así, o mejor dicho desvestida, o tal vez...
Te quedas en medio de tu oficina
fantaseando sobre ir solo con tus tobimedias a la junta, entonces
escuchas pasos y voces que se dirigen a tu oficina, volteas a ver la
puerta, dándote cuenta que no tiene el seguro que según habías
puesto. En cualquier momento podrían haber entrado y…
Corres hacia el escritorio, te colocas la
blusa abrochando uno o dos botones, te pones el saco a toda prisa
cerrandolo. Y cuando estas a punto de vestirte los pantalones entra
uno de tus ayudantes con papeles en la mano.
Metes el pantalón en uno de los cajones,
ahí está el brasier. Te sientas de tal manera que el escritorio
cubre tu desnudez de la cintura hacia abajo.
Mientras tu empleado habla de un
determinado contrato, observas que tus pantaletas están arriba del
archivero, colgadas, como mudo testigo de tu arranque pasional.
Tu ayudante se percata de tu cara de
sorpresa, te mira extrañado porque estás despeinada y tienes el
saco mal arreglado.
Balbuceas que te quedaste dormida sobre
el escritorio, él ríe y dice comprender. Al momento de retirarse,
se agacha y recoge uno de tus zapatos, mira a un lado y a otro
encontrando el otro zapato. Te los entrega mientras bromea si tuviste
pesadillas. Solo afirmas con la cabeza y el rostro sonrojado.
Cuando sale, se detiene por un instante
frente a donde esta el archivero, contienes la respiración. Pero el
sigue adelante, sale y cierra la puerta con seguro.
¿Se dió cuenta? Tal vez, pero se portó
como un caballero. Merece un premio.
Terminas de vestirte, arreglas tu cabello
y te preparas para la junta. No necesitas mucho maquillaje, hay un
agradable color en tus mejillas y tus ojos tienen un brillo de
felicidad.
Con tus pensamientos das gracias a
Gustavo por tan agradables recuerdos. Esa cita fue la primera de
muchas, pero ya tendrás tiempo para recordar, esperando que en la
próxima si puedes gritar hasta que tus pulmones se queden sin aire.
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