Despertar espiritual anal.

 Despertar espiritual anal.  —Cristina, si no dejas de deprimirte, voy a detener este auto y te patearé contra la banqueta.  Estela me lanzó una mirada que no podía ignorar, y su tono de voz no era precisamente el de una broma. Sabía que ella era capaz de hacerlo, era el tipo de chica que no se andaba con jueguecitos. Y justo ahí estaba el problema, ¿cómo podía superar la ruptura con Beto si ni siquiera podía superar mi propia tristeza? —Lo siento, Estela, realmente no estoy de buen humor. Traté de sonreír, pero no pude evitar que me saltaran las lágrimas. ¿Cómo podía ser tan cruel el destino? Un mes atrás, Beto me había dicho que me amaba, que nunca me dejaría ir, y ahora, aquí estaba, en el asiento de un auto con Estela, tratando de no llorar en un momento en que me sentía más sola que nunca. —Uf, tienes que superarlo.  Estela miró su propio reflejo en el espejo retrovisor, asegurándose de que su cabello rubio seguía teniendo los rizos perfectos.  —Al romper con Beto es lo mejor que

Una voz erotica

Una voz erótica.

Tienes un oído muy erótico. Te excita la melodía de la voz, si es con acento extranjero, mucho mejor. Disfrutas de historias eróticas, pero tu calor sube cuando las escuchas con una voz suave y ronca.

Fantasías eróticas


Sea de hombre o mujer, una voz susurrante, rasposa, grave, entonada, expresiva, acelera tu respiración, aumenta tu ritmo cardiaco, humedece tu entrepierna más allá de la tanga que llevas.

Estas sola en la oficina de tu negocio, hoy descansan todos tus empleados, pero tu eres la dueña y puedes hacer lo que quieras. Tienes el antojo de llevarte sin control, jugar con tus pezones escuchando una voz sexy.

Preparas el “manos-libres”, porque planeas acariciar tu suave piel, sin prisas, saboreando la calidez de la voz de uno de tus clientes, de uno de tus proveedores, y por último, de tu chef consentida. 

Marcas el número telefónico de tu mayor cliente. Es un español, dueño de un voz de tonos bajos, profundos, lleno de armonías, capaz de provocarte un placer salvaje desde tus oídos hasta tu clítoris.

Aunque sea considerado de la tercera edad, ese cliente, logra despertar en ti sensaciones cálidas que endurecen tus pezones, casi llegando al umbral del dolor.

Te contesta. Le pides que lea la lista de peticiones, lo hace pausadamente, con ritmo, sin prisas. La blusa te estorba, tu rostro está iluminado por una expresión de placer.

Ya sin tu blusa, continuas escuchando. Tu cuerpo empieza a reaccionar ante aquella voz profunda e íntima, estas conciente de tu propia excitación, que aumenta conforme continúa hablando.

No cabe duda que la escena es muy erótica, caes en la tentación de tocarte tus pezones ya erectos. Lanzas breves gemidos, él hace un pausa, parece que intuye lo que haces.

Da un suspiro y continua leyendo, ahora muy suavemente, casi un susurro,sabe de tu masturbación y estas segura de ello. Este pensamiento se convierte en un chispazo en tu entrepierna.

Cuando termina te pregunta si deseas algo más, contestas que es todo por momento, solo querias confirmar el pedido. Das las gracias, y sin dar tiempo a sus insinuaciones cuelgas.

Ahora te preparas para hacer otra llamada, será a ese proveedor francés, también dueño de una voz sensual y atractiva, capaz de encender tus muslos, tus pantorrillas y tus nalgas, sin tocarte.

Con tan solo saludarte en francés, agita tus piernas y con un solo movimiento te despojas del pantalón de los zapatos. Humedeces tus labios ante la expectativa de lo que vendrá.

Pides la descripción de los nuevos productos, tamaño, forma, caducidad, fechas de entrega, en fin, cuanto más hable mejor. Con su acento francés comienza y tu te entregas a esas curvas de entonación tan sexys.

Todo parece desvanecerse, con tus manos recorrer tu ardiente piel, las caricias son a veces suaves, a veces toscas, a veces salvajes. Depende del ritmo de la voz del proveedor francés.

El se detiene para preguntarte si tienes alguna duda, con tu voz agitada dices que no, que continúe por favor. Sientes un calor expandirse por todo tu cuerpo, oprimes y recorres sin cesar tus suaves senos, ya sin brasier alguno.

El proveedor francés, sin advertencia alguna, comienza a comparar el sabor de un vino nuevo con acariciar y besar cada parte de tu hermoso cuerpo. Tu vagina se estremece y tu clítoris comienza a palpitar al imaginar todo lo que la boca del francés puede hacer en tu ardiente piel.

Es imposible controlarte, echas la cabeza hacia atrás, tu pecho sube y baja al ritmo de tu respiración errática, sientes que tu piel arde por completo. Y entonces te despojas de tus bragas, la última prenda de ropa. Estas desnuda en tu oficina, masturbandote al escuchar la sexy voz del francés.

Presionas tu punto de placer en la entrepierna, sin pausas recorres en apretados y húmedos círculos tu clitóris. La sangre arde en tus venas, el aire ya no llega a tus pulmones y tus labios abiertos jadean buscando oxígeno.

Gritas. Tiemblas. Caes en un abismos de placer infinito. Te derrumbas sin fuerza de la silla cayendo al suelo con tus dedos entre tus pliegues más íntimos y la palma de tu mano húmeda por tus fluidos.

El proveedor francés pregunta si estas bien. Respondes que si estas bien, cerrando lo ojos, perdida en las sensaciones que recorren tu cuerpo, respiras profundamente para decirle que gracias por la información y que después lo llamas. Estirando el brazo cuelgas.

Tienes los pezones sensibles, los músculos de la vagina todavía se contraen involuntariamente. Tu clítoris arde. Estás satisfecha, pero te falta hacer otra llamada. Sentada en el suelo piensas si ya es todo.

Decides llamar a tu chef consentida, por que siempre hay más. Esa es la base de tu éxito: qué más es posible.

Entonces eliges tener un receso, tomas un poco de agua y te paseas desnuda en tu oficina, disfrutando de tu éxito, tienes libertad financiera, cuentas con amigos y clientes que aprecian tu compañía, eres voluntaria en la escuela dominical, tu salud es muy buena, disfrutas del sexo sin culpa ni preocupaciones.

Vuelves acomodarte en tu silla, marcas el numero de tu chef favorita, una gran amiga y confidente, con un talento único para cocinar pescado de las más variadas formas. Y dueña de una voz exquisita, con una dicción impecable, y lo que de verdad te prende es cuando da órdenes, sientes un fuego en tu entrepierna capaz de incendiar la cocina y el restaurante.

Aprietas los números de su teléfono con cierto nerviosismo, pero cancelas la llamada porque no tienes el pretexto para hablar con ella. 

¿Qué evento tienes en la próxima semana? Ninguno.

¿Un festejo en especial? No hay.

¿El cumpleaños de un amigo o cliente? Hasta el próximo mes.

¿Algún aniversario? Espera. Si, si hay uno, el aniversario de la congregación a la que asistes.

Pero, ¿es bueno juntar la congregación con una práctica erótica? No es bueno ni malo, ni siquiera se van a enterar, es una fantasía solo tuya. Así que…

La llamas. Ella contestó con alegría al saber que eres tu, le preguntas qué menú tiene para un aniversario, te dice que esperes un momento que va por sus apuntes.

Mientras tanto te acomodas en tu silla, sigues desnuda, escuchar su voz te produce estremecimientos de anticipado placer, tocas con la punta de tus dedos tu vello de la entrepierna, jugando con ellos, a veces jalando, a veces enrrollándose en tus dedos, saboreando el presente.

La chef toma de nuevo el teléfono, su voz es de contralto suave y más dulce que jamás has escuchado.

No tienes cabeza para otra cosa, te concentras en el sonido de su voz hecha de murmullos y arrullos, como el susurro de la olas sobre una larga playa de suaves arenas.

Comienza dando una lista de los posibles menús, dando una breve explicación sobre el significado de cada uno y el objetivo a buscar con cada uno. Por tu parte, con cada frase un calor devora tus oídos, derritiendote de placer hasta los huesos.

Estas impregnada de deseo, imaginas que ese calor avanza sobre todo tu cuerpo, abriendo y penetrando por cada orificio de tu cuerpo, todo al mismo tiempo. Un gemido placentero escapa de tus labios.

Ella hace una pausa para preguntarte si estás bien. Contesta que nunca has estado tan bien. Y ella continua leyendo, tranquila, ignorando el lúbrico néctar que brota de tu sexo y humedece tu piel.

Cuando el Universo te provee del escenario adecuado, de los actores adecuados, del diálogo perfecto para hacer realidad tu fantasía, no puedes negarte a ser la estrella principal de esta obra porno, y dejarte llevar por tus demonios internos.

Con su tibia voz, la chef continúa leyendo los menús, escuchar sus suaves curvas de entonación tiene el mismo efecto de recibir fuego y hielo sobre tu columna vertebral, recorriendo desde tu cuello hasta las curvas de tus nalgas.

Tus pensamientos son lentos, disolviéndose en una niebla espesa y confortante. El tiempo no existe, solo están tu y tu lujuria, alimentada por esa voz candente y sexy.

De repente la chef termina. Pero te dice si te puede leer un poema que escribió por que esta en un taller de poesía, y quiere saber tu opinión. Preguntas de qué trata el poema, ella contesta que es un tema erótico, de un fantasma cachondo.

Un brillo lascivo ilumina tus ojos.

Con suspiro anhelante dices que sí, y casi suplicando pides que lo haga despacio, muy despacio. Ella accede y comienza.

Los armónicos de su voz recorren tu cuerpo como un fuego salvaje, aumentando la humedad de tu sexo abierto. Deslizas el pulgar por tus labios vaginales, presionas, separándolos y abriéndolos a su voz, a su fuerza, a su energía sexual. Introduces dos dedos en tu interior mientras presionas el pubis con la palma de la otra mano.

Tus pechos suben y bajan, como el movimiento de las olas de un mar a punto de enloquecer por los vientos de pasión.

Frotas ese punto que te hace jadear, tu sexo arde bajo tus caricias, palpita y se humedece pidiendo más. Y ella continua leyendo su poema.

Entierra un tercer dedo, los metes y los sacas con determinación, follandote. Sientes tu sexo tenso e hinchado, caliente. Estás a punto de llegar al clímax.

Manoseas tus pechos mientras meces las caderas sobre tu silla, la cálida voz de la chef llena tus sentidos de un agradable sabor a libertad, a dejar salir tus verdaderos sentimientos libres de cautela o límites.

Separas aún más las piernas, a la vez que alzas las caderas, ya no puedes más. Deslizas la mano por el vientre hasta llegar a tu vulva, extiendes los dedos sobre ella y presionas, abriendo camino hasta hundir dos dedos en tu vagina.

Tu coño se cierra sobre tus dedos y te estremeces al borde del orgasmo. La excitación te deja sin aliento, sin aire. Y ella lo sabe. Frotas tu clítoris con fuerza, y en respuesta das un grito de lujuria que llena toda tu oficina. Te corres entre espasmos, tus piernas se tensan, el vientre se contrae y tu cabeza cae hacia atrás con otra bramido ensordecedor.

La chef deja de leer el poema, para dejar salir un largo jadeo complaciente, mientras tú sigues con los dedos en los pliegues vaginales sin decirte a abandonar el exquisito momento que saboreas como un manjar.

Después de unos minutos de silencio, quedan de verse el día de mañana para platicar de negocios y algo más. Cortas la llamada, dejándote una sensación agradable de fortaleza, de tener las riendas de tu verdadero ser.



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