Por teléfono.
No sé qué tiene su voz que me hace eso. Pero es algo sobre lo que no tengo control, y tampoco quiero ninguno. A veces pienso que podría estar hablando de cualquier cosa, del clima o de geranios en crecimiento, y aún así me haría venir.
Tal como están las cosas, eliges hablar de cosas mucho más íntimas que eso, pintando imágenes vívidas en mi cabeza que me vuelven loca de deseo.
Mi estómago se revuelve tan pronto como suena el teléfono. Siempre me pregunta dónde estoy y qué llevo puesto. Como de costumbre, estaba en mi cama, usando nada más que un par de bragas.
—¿De qué color son? ¿Cómo se ven?
Le digo que son de encaje rosa oscuro con una banda de satén en la parte superior, y me pregunta si puede ver mi vello púbico a través de ellos.
—Sí —respondo, mi voz ya ronca por la lujuria.
Y lo son: mi coño está hormigueando de anticipación y mis jugos comienzan a fluir.
Me dice que haga círculos con los dedos alrededor de mis senos, trazando círculos cada vez más cerca de mis pezones, que son grandes y duros.
—Pellizcalos más fuerte, jalalos con fuerza.
Sobresalen aún más ahora, rojo rosado y erectos, el dolor y placer que siento hace que los músculos de mi coño se aprieten.
—Abre bien las piernas, ahora toma tus bragas y apriétalas contra tu clítoris. Más apretada, abre tu coño con ellas.
Qué tortura tan deliciosa. Puedo sentir la tela presionando contra mi clítoris hinchado y muevo mis caderas involuntariamente en un esfuerzo por obtener la liberación que anhelo.
—Por favor, por favor —murmuro una y otra vez suplicando.
—Por favor, ¿qué...?
—Por favor, déjame tocar mi clítoris, por favor.
—Frótate ligeramente a través de la tela, ahora más fuerte, usa dos dedos, corre por tus bragas, las quiero empapadas.
Casi con el primer toque de mis dedos me corro, jadeando y gimiendo mientras siento fluir mis jugos calientes y pegajosos.
-—Quítate las bragas y colócalas sobre tu cara.
Ahora mis fosas nasales están llenas del inconfundible aroma del sexo, ese embriagador y almizclado olor de mi propios líquidos.
—Chúpalos —me dice.
Lo hago de buena gana, el sabor siempre familiar, pero sutilmente diferente cada vez.
Me duele el coño y necesito sentir algo dentro de mí, algo que pueda apretar mis músculos alrededor.
—Abre los labios de tu vagina. Usa ambas manos. ¿Cómo se siente? ¿Puedes sentir el aire caliente acariciándolos? Me encantaría estar acostado entre tus piernas ahora, mirando fijamente esa vagina hinchada, roja y húmeda tuya.
Sé lo que quiere, quiere hacerme suplicar, que me deje tocarme. Y lo hago, diciéndole que necesito penetrarme con los dedos…
—Por favor déjame, por favor…
—Continúa entonces, duro y rápido, y déjate venir.
Eso es todo lo que necesito y meto dos dedos directamente en mi coño que espera, deslizándolos profunda y rápidamente, gimiendo de placer mientras siento los jugos fluyendo sobre ellos y bajando por la rajadura de mi trasero.
Me corro una y otra vez, mis dedos alternan entre mi clítoris y mi coño hasta que mi mano está empapada. Le digo lo mojada que estoy y me pide que sostenga el teléfono cerca de mi coño para que pueda oír.
Sé que le encanta eso: el ruido de mis jugos mientras mis dedos se deslizan hacia adentro y hacia afuera y mis gemidos y jadeos de placer en el fondo.
—Saca los dedos y chúpalos hasta dejarlos limpios —me ordena.
Mi mano, muslos, entrepierna, culo, cama, todo esta empapado de mis jugos y la habitación apesta a sexo.
Quiero más ahora, algo más grande, algo más parecido a una polla dentro de mí. Agarro un vibrador, lo enciendo y lo sostengo contra mi clítoris, mientras le describo lo que estoy haciendo y cómo se siente.
Y joder, se siente tan bien. Lo froto en círculos lentos y luego lo sumerjo lentamente en mi coño que espera, jadeando mientras se desliza en toda su longitud. Estoy tratando de contenerme, tratando de medir el ritmo, pero no puedo contenerme y antes de darme cuenta, ya lo estoy bombeando furiosamente hacia adentro y hacia afuera, las caderas se retuercen, agarro mis tetas, froto mi clítoris y me revuelco en la cama completamente perdida en los placeres de mi propio cuerpo.
No sé cuántas veces me vengo así, pierdo la cuenta, pero siempre es una experiencia intensa y enormemente satisfactoria.
Me encantaría que pudiera mirarme, aunque sucede con bastante frecuencia, siempre me sorprende las muchas veces que me vengo.
A veces él también se corre, y eso me encanta, escucharlo masturbarse, el sonido de su mano frotando su polla y su respiración cambiando hasta que dispara su semen por todo su pecho desnudo.
Otras veces me leerá una fantasía que le he enviado, o me dirá qué fotos mías está mirando y describiendo lo que le gustaría hacerme.
Me encanta todo y tengo muchas más historias que contar...
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