El vecino ardiente.
Después de tanto tiempo estás a punto de comerte a ese bombón que tienes por vecino. Si te lo mereces.
Para entrar en contexto, puedes leer la primera parte. Primera parte
Es hermoso, en serio te encanta. Cabello oscuro despeinado, bronceado, ojos negros brillantes, una sonrisa para hacerte sentir débil en las rodillas y un cuerpo atlético. Desafortunadamente, lo sabe, pero supones que tendría que ser bastante estúpido para no notar el efecto que tiene en las mujeres.
Es tu vecino, pero no el tipo de vecino ignorante, vulgar y escandaloso. Es un vecino inteligente, articulado y elegante con un vocabulario bastante refinado.
Han coqueteado durante meses, desde su frustrado encuentro en la azotea del edificio donde viven. Buscaste con impaciencia una oportunidad, hasta que tu propio marido la ocasionó: necesitaba pintar la cocina, pero él no podía hacerlo ni tampoco quiere tener extraños en el departamento.
Entonces sugeriste que tu ardiente vecino puede hacer el trabajo que tu marido no quiere.
Cuando fueron a proponer el trabajo el vecino dudo un poco, pero aceptó cuando te llevaste tu mano a tu entrepierna discretamente. Pintar una cocina no es difícil, para eso están los tutoriales en video.
Tu marido propuso el día para llevar a los niños al parque y después al cine, aceptaste fingiendo molestia por tener que quedarte a supervisar al vecino, pero por dentro te estabas quemando de placer.
Llegó el día.
Lo estás esperando en la cocina del departamento, una bata de seda gris te cubre modestamente y debajo no llevas nada más que medias negras y un par de braguitas de encaje transparentes. Ah, y unos tacones altos.
Tomas una copa de vino para calmar tus nervios, pero realmente no parece ayudar. Hay un nudo en tu estómago y un hormigueo entre tus muslos que nada puede controlar. ¡Haz esperado esto durante tanto tiempo que casi tienes miedo de que sea un anticlímax!
Intentas ocuparte poniendo música, cerrando cortinas, sirviéndo otra copa de vino y no escuchas la puerta del departamento abrirse, ni sus pasos acercándose, así que saltas cuando de repente sientes su mano ahuecando tu trasero a través de la seda y su boca en tu cuello.
Estás tan nerviosa que olvidaste cerrar correctamente la puerta, ya está aquí tu vecino hermoso detrás de ti.
Lo siguiente que hace es quitarte la bata de los hombros para que caiga al suelo en un charco de sedosa suavidad. Te sientes tan expuesta ahora, desnuda solo con tacones altos, medias y unas pequeñas bragas que apenas te quedan. Sus manos frías y ligeramente ásperas acarician tu piel, se deslizan sobre tus hombros y tus brazos, poniéndote la piel de gallina y haciendo que tus pezones se endurezcan aún más. Y luego su boca, cálida y suave plantan suaves besos en tu hombro, mordisqueando y lamiendo.
Gimes.
Y te inclinas hacia él, temblando con los abrumadores sentimientos de lujuria que están inundando tu cuerpo. Te dice que no me muevas y tú obedeces quedando ahí respirando por la nariz, con los ojos cerrados, agarrando la superficie de la mesa de cocina en un esfuerzo por calmarte.
Por un momento no sabes qué está haciendo porque no te atreves a mirar alrededor, pero cuando sientes su pecho caliente contra la espalda y una dureza presionando contra tu trasero, te das cuenta de que se ha desnudado.
Todavía de pie detrás de ti, toma tus brazos y los levanta alrededor de su cuello, luego se gira y comienza a jugar con tus pechos, ahuecando y masajeandolos, acariciando y pellizcando tus duros pezones rosados entre sus dedos, mientras te murmura al oído. sobre lo mucho que va a disfrutar jugar contigo y hacerte gritar de placer, sin importar que te oigan en todo el edificio.
Ahora sus manos bajan por tu vientre, acariciando la piel justo debajo del borde de las bragas, lo que te hace contener la respiración con deseo ardiente...
Tu coño está anhelante y húmedo, sus dedos están tan cerca que casi no puedes soportarlo.
Tu sistema nervioso está gritando que toque el clítoris y te dé las olas de placer que tan desesperadamente has buscado por meses, pero en lugar de eso, engancha sus dedos debajo de tus bragas y los desliza por tus piernas.
Con su voz susurrante y ronca te dice que te alejes un poco de la superficie de la mesa de la cocina y abras más las piernas, así que ahora tu hermoso trasero está completamente expuesto y estás bastante segura de que podrá ver la humedad que se ha acumulado en los deliciosos labios de tu sexo.
Eres la imagen viva de la lujuria: piernas largas encerradas en medias negras transparentes, tacones altos forzando tus nalgas hacia afuera, la entrepierna brillando, lubricada y palpitando de deseo, la suave curva de tus senos cuelgan hacía abajo sudorosos temblando de emoción.
Él está sorprendido por lo excitada que estás, es imposible ocultar.
Desliza el dedo medio inesperadamente a través de tus labios vaginales, haciéndote gritar. Alarga la otra mano y te mete el mismo dedo en la boca, diciéndo que lo chupes hasta dejarlo limpio.
Es lo más sabroso que has probado en mucho tiempo.
Apenas puedes quedarte de pie, las piernas tiemblan, la respiración es superficial y rápida, y sientes tus fluidos bajándose por tus piernas.
—Por favor —le suplicas—, por favor, por favor…
Toma la punta de su polla y frota contra los labios del coño, tan cerca de donde lo necesitas y empujas las nalgas hacia atrás, buscando su penetración.
En lugar de eso, pone una mano en tu trasero y la otra comienza a rasgar el clítoris y antes de que te des cuenta ya tienes un orgasmo intenso, los jugos calientes corren por su muñeca y gotean al suelo.
El orgasmo cubre cada centímetro de tu piel, mientras sus dedos penetran en tu sexo, la casa se llena con el sonido de un jugoso coño chapoteando y con los aromas de tu placer.
Cuando finalmente saca los dedos, te hace girar y limpia los jugos fragantes que empapan su mano por toda mi cara y pechos y luego procede a lamerlos.
Una corriente eléctrica llega hasta la médula de tus huesos, el deleite de sus labios en tus pezones te llevan a suspirar de placer. Este hombre sí sabe lo que hace.
Puedes verlo con detalle por primera vez, tus ojos viajan sobre su amplio pecho bronceado y bajan a su polla que te apunta, con la parte superior brillando con líquido preseminal. No puedes evitar extender la mano para acariciar el eje duro y él cierra los ojos concentrándose en la sensación.
Te dice que quiere que lo chupes, y te lo dice con esa voz profunda y tan sexy, que no puedes negarte a su petición.
Mientras te arrodillas frente a él, acaricias el coño mojado e hinchado sin dejar de ver fijamente su polla.
Sientes sus manos en la parte posterior de la cabeza tratando de guiarte hacia adelante, pero primero decides jugar con él.
Lentamente sacas la lengua y tocas la punta de su polla, mirando a sus ojos mientras lo haces.
Luego la rodeas, probando el pre-seminal antes de sumergir tu cabeza para tomar sus bolas suavemente en tu boca. Sus piernas tiemblan ligeramente ahora y lames lentamente hacia arriba y hacia abajo en la parte inferior de su eje.
Lo sientes tan cálido, suave y duro. Y tus dedos continúan acariciando tu coño mientras comienzas a chuparlo, tomándolo tan profundo como puedes en la boca, comenzando con un ritmo que hace eco con los dedos en tu entrepierna.
Más rápido y más profundo ahora, dedos y boca, casi con arcadas cuando su polla golpea la parte posterior de tu garganta, y puedes sentir que se pone aún más duro y sus bolas se aprietan a medida que se acerca más y más al orgasmo.
Hasta que de repente con un gemido su esperma caliente se dispara dentro de tu boca. Es salado y espeso y debes tragar rápido para no atragantarte.
Al mismo tiempo, tu propio orgasmo golpea e invade todo tu cuerpo, y tus jugos salen a borbotones, empapando tus dedos y el piso de la cocina. Estás en llamas con una lujuria animal en su más pura expresión.
Mientras te recuperas, sientes un profundo agradecimiento por los orgasmos recientes. ¿Qué más es posible?
El vecino, ya recuperado, se viste solo con un overol de mezclilla. Se ve tan sexy dispuesto a cumplir el favor a tu marido de pintar la cocina.
Te quedas de pie desnuda a observar semejante ejemplar de hombre. Y mientras te acaricias los pezones, tomando una copa de vino, llegas a la conclusión de hay que pintar todo el departamento.
Comentarios
Publicar un comentario